León Barga, Luis de
Prólogo de Amelia Pérez de Villar
Como nos enseña la mitología, Narciso desprecia el amor; insensible a las pasiones que despierta, este joven de hermosa y llamativa apariencia se enamora de su propia imagen y se deja morir, extasiado por su belleza o muere ahogado en el agua, donde ve su rostro reflejado. El narcisismo quedó tipificado por la psicología, desde Freud, como un trastorno psicopatológico que genera no pocos problemas tanto al aquejado como a sus víctimas. Porque, como subraya Amelia Pérez de Villar en su prólogo a este original ensayo de Luis de León Barga, el narciso necesita víctimas, trofeos, muescas en el cinturón.
Fenómeno sociológico propio de la última centuria, en estas páginas se nos ofrece una detallada descripción de los narcisistas contemporáneos y de sus distintas tipologías. Su origen surge a partir del fin de la Primera Guerra Mundial en los Felices Veinte, donde imperaba el ver y dejarse ver, en el club de jazz, el café o la pista de baile, y podemos rastrearlo hasta nuestros días en este virtual mundo-pantalla donde impera el postureo selfi y la puesta en escena tik-tok.
Para Luis de León, tres son los pilares del narcisismo del siglo XX: la groupie, el playboy y la noche. La groupie, como musa de la modernidad, nace en las vanguardias pre-feministas; así, desde la proto-groupie Gala, mujeres como Ultra Violet, Edie Sedgwick, Marianne Faithfull, Sable Starr, Bebe Buell, Debbie Harry o Chrissie Hynde fueron seguidoras, musas o parejas de Dalí, Andy Warhol, Mick Jagger, Keith Richards, Jimmy Page, Bob Dylan, Brian Jones, Iggy Pop o David Bowie. Las groupies ocuparon el centro del escenario y de los focos, junto al artista-narciso de moda, en un ambiente cargado de alcohol, sexo, drogas y rock and roll. Pierre Drieu La Rochelle, el último representante del dandismo moderno, tras la Segunda Guerra Mundial fue relevado por personajes como Porfirio Rubirosa, el playboy por excelencia, o Gunter Sachs, el coleccionista de mujeres. En la era de Instagram, Lady Gaga surge como el último icono del dandismo narcisista.
Finalmente la noche, evocada en discotecas y salas de baile como la mítica neoyorquina Studio 54, locales de leyenda que conforman la iconografía y el territorio propios del nuevo narciso.