Espina Rawson, Enrique
¿Quién no tiene enemigos? El tango-canción no escapó a esta fatalidad. Durante muchos años, al contemplar su decadencia, se diagnosticó la invasión de \"ritmos foráneos\" como la bestia negra a combatir. Por una disposición estatal, se logró allá por la década del cincuenta que en las radios, salas de baile y espectáculos debía propalarse obligatoriamente un porcentaje mayoritario de música nacional. Fue inútil. Los inefables \"ritmos foráneos\" siguieron apareciendo y desapareciendo al compás del almanaque, que es universal. Las bellas y sentidas letras de tantos extraordinarios tangos tenían un enemigo mucho más insidioso que los cacareados \"ritmos foráneos\", y más difícil de localizar, porque también se denominaban tangos. Al menos así se inscriben en los registros autorales.